¿Y hasta dónde llevarías tus creencias?
¿Qué tanto confías en aquello por lo que luchas?
Cuida tu pie, caminante.
Pues mientras más seguro te sientes, más lodoso estás pisando.
¿Qué sabes tú de los cuentos que escuchas allí y allá?
¿Qué puedes conocer tú del porqué de acciones que no son tuyas?
“Ellos”, dices, sin saber quién eres tú.
“Nosotros”, dices, excluyéndolos con odio a ellos.
Pero no necesitas una identidad que te separe.
Esta identidad en la que crees, es tu perdición.
¿De quién te defiendes, si somos uno?
¿A quién atacas, si tus acciones también fallan?
La oscuridad que criticas es parte de ti.
No estás mirando al mundo, sino la paja de tu ojo.
Cuando te miras a ti, puedes entender al mundo.
Cuando te reconoces a ti, eres uno con el mundo.
Cuando ves a un asesino y dices “yo”, todo está bien.
No hay imperios que puedan esclavizarte.
No hay gobiernos que puedan dominarte.
No hay creencias que puedan limitarte.
Confía, tú estás aquí.
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