Tu mundo en paz

Paz. ¿La tienes o la quieres? ¿Y a quién se la pides? Pues al pedirla al otro, ya estás faltándole a ella.

Tal vez la violencia que observas haga notar la violencia que llevas y que demuestras al oponerte a la violencia que observas. Tal vez debas primero tener paz para entonces tener derecho de pedirla. Aunque, si la tuvieras, ¿para qué la pedirías?

Ser un guerrero de paz, dices. Pero a veces es más atrayente sentir que eres guerrero, a alcanzar realmente la paz. La guerra de paz es interna. ¿O crees que el mundo estaría en guerra si los individuos tuvieran paz? La guerra de paz es también constante. Pues puedes sentir paz un día, pero al siguiente, esta se irá. Y, también, la guerra de paz no es guerra. Es tan solo estar presente.

Esta esplendorosa eternidad que siempre esta aquí. ¿Qué más necesitas? Tú, en toda tu gloria. ¿Qué más pides? Los peces en el océano se matan por agua. Tú, olvidado de ti, recuerdas que eres nada, y en esa agua te ahogas.

¡Paz, hagan la paz! Y tú, enemistado de ese mundo que no hace la paz, disimula tras las trincheras una herida que, en lo más profundo de tu superficialidad, se siente una víctima de que el mundo no haya tenido tiempo de tenderte una cobija de cariño cuando la lloraste.

Entonces ruegas a Dios por paz, cuando el mismo Dios de los ejércitos está dedicado a reestablecer el equilibrio en el mundo sin detenerse en nadie. Dios no ve que estás rogando por paz, sino que estás rogando. Y la fiereza del fuego y de los vientos que habitan en este mundo, no le tienen piedad a los ruegos.

Así, pues, el mundo es de los guerreros. Si ellos no están en paz, es conflicto de ellos. Si tú no levantas tu espada, es conflicto tuyo. Si tú, al levantar tu espada, lo haces en contra de ellos, es más aún conflicto tuyo. La espada solo puede ser desenvainada para alcanzar la paz. Y la guerra solo trae guerra, ¿has notado?

La única respuesta por tanto sería abandonarlo todo. El deseo de todo el mundo es bajarse del mundo. Pero eso solo lo puedes hacer si abandonas este mismo deseo. Tú, en tu centro, lo tienes todo. No necesitas al mundo.

Y el mundo responde a tu plenitud, responde a tu paz. No porque el mundo responda, sino porque el mundo eres tú. Y en el tono en que tú hables, esa misma voz escuchas. No hay un eco siquiera, sino que en toda la realidad que tú puedas concebir, solo existe tú.

Ser tú mismo la paz. Cualquier otra cosa, aunque gire hacia la paz, no es paz. Y ni siquiera tienes que intentar ser la paz, pues si es de tu ser, ya lo eres. Tal vez pasó que te olvidaste.

Paz. ¿Aún la quieres?

paz

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