Snooze

Acercándose ya el amanecer, llega un momento en que algo comienza a moverse. La oscuridad de la noche comienza a recogerse en remolinos casi imperceptibles que anuncian que el fin de los tiempos es inminente. Un gallo canta a lo lejos, al principio solitario, llega a ser acompañado por otros cantos, cada vez más cercanos. Es hora de despertar.

Dormidos aún, una corriente de vida nos recorre de punta a punta y nos provoca estirar los pies y suspirar con lentitud. Algo en nosotros se aproxima haciéndonos saber que pronto abriremos los ojos.

“Despierta”, se va haciendo audible una voz silenciosa.

La pesadez, sin embargo, intenta imponerse. La comodidad que es descansar sigue siendo atractiva para los que estamos embelesados en el contenido de los sueños que transcurren bajo las alas de Morfeo. Las sábanas nos convencen de rebelarnos en contra de la luz que se filtra suavemente por entre los párpados.

En medio de estas dos fuerzas que parecen opuestas, entramos en confusión. Decimos “Queremos paz” mientras hacemos la guerra, “Dios es amor” mientras odiamos al vecino, “Solo buscamos ser felices” mientras nos hundimos en los caprichos más tenebrosos de nuestros instintos primarios. Una batalla interior se enciende en nuestros sueños, que se tornan pesadillescos.

¿Por qué la delicia que fue dormir cobijado toda la noche en la oscuridad se diluye en angustia cuando comienza a brillar la luz? ¿Sería preferible acaso que nunca se haya asomado el amanecer?
Y así nos empapamos más aún de lo que queda de noche impregnado en las retinas, buscando en nuestros sueños una paz que en ellos ya no es posible.

Nada puede evitar ya que salga el sol. Nada puede impedir que el frescor del día lo llene todo, que el poder de estar vivos active nuestra fuerza innata de levantarnos a caminar radiantes sobre el prado florido.

Tanta lucha, tanta miseria, tanta congoja. No importa cuánto nos esforcemos por un lado o el otro, pues la batalla es ficticia. Al despertar veremos que todo el sufrimiento de nuestras vidas no fue más que el delirio de un durmiente que quería dormir un rato más.

Las aves entonan sus mejores gorjeos, celebrando que el ciclo de la vida continúa impertérrito sobre la Tierra. El brillo del astro rey dispersa toda intención de oscuridad, no luchando contra ella sino mostrándonos a los ojos que no hay tal. Lo que es verde, verde se ve a la mirada clara. Una nueva jornada nos regala la oportunidad de seguir respirando.

Mientras tanto, el sol observa casualmente cómo el mundo gira, contento de iluminar continuamente. Nunca existió la noche para él, pues él siempre resplandece presente en el firmamento eterno de su plenitud.

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