Sin retorno

Aquí nací, salvaje criatura de noble corazón y torpe talante. Una época marcada por la nostalgia cuando todo era verde, la gente conversaba de frente y la niebla visitaba valles ahora calientes.

Creí como todos crecemos, jugando, aprendiendo. Los recuerdos pintan negro tal como decidí cubrir mi alma, pero la añoranza llena de colores de tranquilidad e inocencia un mundo que quedó tan lejano y confuso, junto a una familia que hizo lo mejor que pudo.

Majestuosas montañas atestiguaban un río todavía limpio, que cada mañana solitaria se llevaba a la mar los pesares que mi reflexión removía. Y yo saltaba por entre grandes piedras sabiendo siempre dónde el agua aún no suficientemente profunda amortiguaba mi coraje.

¿Dónde está ahora la criatura salvaje que entonces respiraba salud sin ningún esfuerzo pretendiendo algún día ser adulto para vivir la mejor historia que pudiera soñar?

Pues un día desperté y soy adulto. Mis arrugas se van cobrando las imprudencias de aquel niño descuidado, la negrura que llevé en mi alma se ha espesado abrasando mis miradas y nada de aquello que echo de menos existe ya jamás.

Alguna vez me fui para volver, ignorando que la segadora es impecable tragándose las migas de pan que dejé al caminar, desconociendo que el misterio de la vida me está tragando mientras creo estar avanzando hacia aquella paz que ya no puedo recordar.

Y no reconozco al río que me crió. No sé decir si eran las mismas piedras que cambiaron de forma o si ellas se fueron para dar paso a otras diferentes. Y mi familia se dispersó, cada quien buscando lo mejor que pueda, creciendo también en misterio y alejados también de su hogar. Y la niebla ya no baja ni siguen en pie los árboles que me dieron sombra.

Aquí estoy, universo. Aquí, criatura salvaje que nació desnudo e ignorante de la vida. No sé cómo llegué adonde estoy ni sé a dónde iré. Ni sé qué tengo que hacer acá tan lejos de mis raíces.

Solo sé que la segadora me llevará cuando lo desee, abandonando al olvido la riqueza de mis recuerdos y se cerrará esta fugaz oportunidad de conocer la vida, tan negra y tan de colores.

Las huellas de mis pasos se borrarán al atardecer y mis lágrimas se perderán bajo la lluvia. Y ninguno de mis esfuerzos tendrán ningún sentido opacados por la enormidad de la eternidad.

No tengo nada que dar más que a mí mismo, un nadie efímero que recordó una insignificante historia como si importara.

Las majestuosas montañas son testigos de esto.