Simbiosis

El ser humano es un conjunto de moléculas vivas conviviendo en una sociedad tal, que generan en simbiosis una consciencia individual de ser humano.

Cada molécula nace bajo un acuerdo de intercambio, en el que se le otorga la continuidad de vivir a cambio de que por sí misma construya su propio ecosistema de vida. Este acuerdo es el principio de vida para todo ser.

Y siguiendo el principio de vida que es dar, la vida crea un ser hambriento de recibir. Un ser capaz de agredir a su madre para satisfacer una sed incierta pero urgente. Un ser con ansias de forjar muros para protegerse de las monstruosidades de su mundo y que no sabe abrir su corazón a la dulzura de una flor.

La vida pone sobre el planeta a su hijo, inexperto, pero siempre amado. El principio de vida crece así según el nivel de consciencia que el ser dispone hacia construir su propio principio de vida.

Pero no, el ser humano no está perdido. El ser humano es tal cual la vida quiso que sea, de modo contrario no sería como es. La humanidad del ser humano, constreñida debajo de la percepción individual de los sentidos, es tal como la vida quiso ser en la forma de un ser humano.

Y es que las formas, al ser creaciones del ser, mutan y se transforman ignorantes de que son ilusiones soñadas por él. No es que las formas están perdidas, sino que tan solo están representando su propio derecho de ser formas que mutan y se transforman ignorantes.

El ser humano, antes de ser un humano, es un ser. Las moléculas que le componen, antes de ser moléculas, son también ser. Por eso están vivas. Por eso tienen el poder de generar en simbiosis una consciencia individual llamada ser humano.

El ser no es humano, aunque le incluye. El ser es imperturbable ante las percepciones humanas, pues cualquier perturbabilidad que pueda ocurrir, es una percepción humana más ocurriendo en frente del ser.

El ser crea la consciencia que genera vida.

Y así la vida sigue construyendo su propio ecosistema, generando, en simbiosis, más vida.