Si supiera lo magneficiente que despliega aquel cielo que desde el infinito se cierne a mi alrededor, amándome con tanta dulzura que me da la libertad de ignorarle o recibir su sabiduría de plenitud, me sacudiría la malcriadez y saldría de mi cómoda cueva que me mantiene en inercia ciega.
Si supiera los prodigios y milagros que puedo crear con tener total fe en esa voluntad que me mueve, que dicta orden en las acciones en las que pongo atención, rompería toda creencia que demarca límites en mi visión de mi eterno ser.
Si supiera lo indescriptiblemente hermosa que es la vida en sus días y noches, calmas y tormentas, pantanos y jardines, dejaría de pedirle lo que mis caprichos claman sin humildad y bendeciría sin condición ese aliento con el que digo: Gracias.
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