Rebaños de ovejas negras

¡Oh, corazón salvaje! Grande es tu fuerza. Poderoso es tu impulso de vida. ¿Hasta dónde quieres llegar? ¿A dónde quieres llevarme?

Nací silvestre y pronto me perdí en un mundo absurdo. Inocente carnero blanco contaminado por un sistema de ambición.
Bombardeado de publicidad, acosado de educación, uniformado de creencias. ¿Dónde quedó esa alma infante que corría libre sin angustias ni preocupaciones?
Fue tal vez el sistema, fue una estructura atroz que agobió al mundo.
Fue aquel medio que me lavó el cerebro, fue aquel otro me engañó. Fue una empresa que es la más malvada, fue ese jefe que es el más corrupto.

No, yo no tengo la culpa de mi maldad. Fueron otros los que me corrompieron… O al menos así yo pensaba cuando se rebeló mi corazón.

Sentí ese ardor amargo a que sabe la injusticia. Sentí el odio de considerarme aplastado por el poder de los despiadados. Sentí el dolor de creerme manipulado por la voluntad caprichosa de los que no saben amar. Sentí que, mezclado entre millones de iguales, tenía la necesidad imperiosa de hacer resaltar mi individualidad única por sobre todas las otras. Debía levantar la voz y hacerme oír.

Me hice de algunas banderas para oponerme a las otras. Monté torres de filosofías e ideales intentando neutralizar a los de mi lado. “Pobrecitos conformistas”, me reí de mis hermanos, ignorando que ellos también se llamaban a sí mismos “Ovejas negras”. Me reí del mundo creyendo que lo cambiaba, creyendo que yo era importante y que hacía enojar a los crueles vaqueros que arrían a los estúpidos animales consumistas que les siguen al hoyo.

Pero, ¿en qué me diferencio de mis semejantes? ¡Te he fallado, hermoso corazón que lates incondicional en mi pecho! Porque tu fuego vivo que quema, lo he dirigido a tu propia perdición.
Porque me dicen “Confórmate”, precisamente para que yo me rebele y diga “No”. Y al decir “No”, ahogo tus latidos. Me dicen “Amánsate” para que yo odie, y este odio alimenta al monstruo que gobierna al mundo. Rebelándome tan insensatamente, odiando tan estúpidamente, estoy bajando la cabeza mansa ante la maldad que me ha corrompido.

La rebeldía me uniformiza. El individualismo me convierte en masas. Decir “yo” me anula. ¿Acaso dedicarme a guerrear me independiza de la guerra?

!Rescátame, amado corazón! Sigues limpio, a pesar de mis insensateces. Sigues vivo a pesar de mis maldades. Nadie puede dominarte, nadie puede conquistarte. Sálvame, pues eres puro por siempre. Enséñame a perdonar a mis hermanos, a aquellos que dominan y aquellos que gustan también de ser dominados. Enséñame a reconocerme libre, sea que camine en una jaula o en la montaña más verde. Enséñame, incondicionalmente, a amar.

globo_foil_corazon_blanco

No Responses

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *