¿Qué es el karma?

¿Quién soy yo? Me pregunto. Y todas las demás preguntas quedan detrás de esta.

Desde esta cuestión, totalmente pragmática y básica para cualquier acción que surja de ese yo, lo que sea que ocurra en el mundo de los pensamientos se queda en él como filosofía sin motivo.

¿Quién soy yo? Y a partir de esta pregunta puedo disolver cualquier inquietud de la mente.

¿Y qué es el karma? pregunta la mente. ¿Y quién soy yo? respondo yo.

Pues si digo que el karma es un castigo del universo, estaría implicando que yo soy una víctima del castigo de un universo que está reaccionando en contra de mí. Estaría dividiendo la naturaleza de algo cuyo mismo nombre implica que es uno. Un universo no tiene a quién castigar, pues aunque yo me arrincone como castigado, no puedo estar separado de él que lo es todo.

¿Qué es el karma entonces? ¿Será acaso una ley, algo como la gravedad, que define que la vida tiene una consistencia sólida cuyas moléculas rechazan defensivamente cualquiera de mis acciones para devolvérmela? ¿Seré yo algo atrapado en un caparazón de tan inflexible rigidez?

Pues este caso tampoco me cuadra. Las matemáticas me siguen informando que el universo es uno. ¿Qué soy yo acaso que pueda estar sometido a tan cruda cárcel?

Sí hay el vislumbre, sin embargo, que el universo se manifiesta en múltiples individualidades. Que cada individualidad aparenta ejecutar acciones independientes de todo lo demás. Y que cada una de estas energías parece elegir su propio camino. Pero, ¿qué tan cierto es esto aparte de lo que yo puedo interpretar desde los ojos de esta indivualidad que estoy llamando yo? ¿Qué tan confiable es esta visión parcial?

Pues el universo sigue siendo uno. Ninguna de estas teorías tienen sentido, si miro que en esta unidad, el único yo que puede ser real es el mismo universo. ¡Soy yo el universo! Entonces, ¿qué es el karma?

Tal vez no sea más que una palabra trillada deseosa de venganza. Tal vez el universo es tan magnífico que no se puede auto-restringir, que las acciones que ocurren son libres de ocurrir pues todo lo que es manifiesto es una expresión de la misma armonía única. Tal vez los miedos mienten cuando se presenta ante mí la creencia de ser algo separado, castigable o sometido a leyes.

Tal vez entonces las individualidades transcurren en su propio mundo imaginado, mientras que el universo realmente sigue viviendo en paz, imperturbado el océano por el vaivén de sus pequeñas olas. Tal vez nada importa, sino que yo soy el universo que se desenvuelve naturalmente en todas estas cosas que las individualidades perciben.

Pero no, el universo también está ocurriendo, al universo también lo estoy observando. Entonces, ¿quién soy yo?

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