Qué quiero

Y pues, dentro de mí, qué quiero? Tan dentro de mí que nada en el mundo y ni siquiera Dios llega tan profundo, qué quiero?

Solo una pregunta filosófica sin relevancia. Nada más, la pregunta que decidiría la dirección hacia dónde se dirige mi realidad total en el mundo. No hay tiempo para pensar en historietas de superhéroes, cuando no tengo otra opción que dedicarme a sobrevivir desesperadamente en un mundo predatorio.

Solo una posible respuesta que aclararía el panorama de mis interminables personalidades, cada cual con su superpoder asignado, por ahora inexperto y desconocido. Un responderme que me confrontaría con los resultados de mis falsas respuestas. Una confrontación que me orientaría definitivamente a ser un superhéroe y no un supervillano.

Porque, qué haría yo, en absoluta soledad ante el eterno y palpitante Universo, ubicado en esa libertad de crear desde mi sagrada Voluntad la existencia atemporal de la propia realidad? No existe ninguna regla dentro de mi soledad, ni de las que aprendí socialmente ni de las que sí son válidas frente al mundo. Nada restringe la gama enorme de realidades elegibles. Qué pondría si tengo el control del cable inter dimensional con el que puedo sintonizar cualquier posibilidad en el espectro cuántico de todas las percepciones humanas concebibles?

Quiero ser un joven tozudo con la fuerza para conquistar los confines de la galaxia muy lejana, retozando aventuras que pintan riqueza en una línea de vida llena de audacia, impecabilidad y poder.

Quiero ser la historia del humilde pastor retirado en un delicado campo que florece tanto lo verde como lo celestial, pero que está destinado a interrumpir su humilde aburrimiento para ser el rey del pueblo elegido por la divinidad suprema para formar por siempre en el firmamento la siguiente constelación.

Pero quiero cabalgar erguido las fantasías de mi mente, observar la inconsistencia ruidosa de mis creencias, saber utilizar mi super habilidad para detectar vigilante, no solo el caminar de cada hormiga existente en la muy lejana galaxia, sino la naturaleza fantasmal de todos los pensamientos y sensaciones que son proyectados a la pantalla de mi percibir.

Quiero no ser del mundo, porque el mundo desaparece cuando le miro a la cara, mientras yo permanezco inmutable sea como sea el mundo. Saber, desde esa recóndita y diminuta esquina en donde habita la totalidad del Misterio infinito, quién soy. Eso quiero, el camino del medio.

Quiero por tanto experimentar aquello que quiero.

Quiero así también corregir aquello que quiero, para que esto se configure colaborativamente junto a aquello otro que también quiero.

El diálogo entre mis innumerables personajes internos representa un proceso psicológico en el que los diferentes arquetipos de la mente humana se reordenan frente al centro del propio Universo. Quiero pues experimentar la serie de aventuras relacionadas a esa exploración introspectiva, aventuras estas impregnadas de conflicto, dolor y estrellas soñadas. Y quiero por detrás de este proceso de unificación, encontrarme.

Quiero llorar con el timbre de un poeta que encontró su amor prometido. Quiero reír sin recordar ningún conocimiento que me obstaculice reír. Quiero sentir de cerca la intensidad de la vida, la vibración de un vacío que habla del transcurrir indetenible del tiempo, el sino inevitable de la muerte que es parte inseparable del ciclo de la vida.

Y así enfocada mi inefable Consciencia, quiero tener el superpoder de no querer nada más que lo que se está presentando ya como realidad inmutable. Y, cuando quiero cambiar algo, también podré querer que la realidad siga siendo tal cual es, una en donde casualmente está ocurriendo que quiero cambiar algo.

Miro pues, qué quiero. Eso quiero. Ninguna imposición moral en absoluto, nada más la honestidad.

Y algún día encontraré también a Dios. No buscándole, porque él está por su parte ocupado en encontrarse. Sino buscándome a mí, porque cuando me encuentre, Dios estará también allí.