Que me siga dando tanto

Calado bajo la lluvia y sin dónde guarecerme, entumecidos mis huesos y adolorida mi cabeza, digo: Gracias a la vida.

Y entre rayos y ciclones, cansado por un viaje interminable, luchando por levantar un pie del lodo, miro y exclamo : Acepto el desafío.

Acepto que siga tronando, quiero que me ensordezca el latigar del granizo y me sacuda el frío implacable de la soledad.

Misterios del mundo, azoten sin piedad mis pensamientos, retumben la estructura de mi mundo. Que caigan mis mentiras y se desvelen a mis ojos todas mis posibilidades. Que no haya dónde huir ni esconderme, pero rodéenme hasta que me rinda.

Prepárense fantasmas, cucos y oscuridades de mis subconscientes, estoy hambriento de conquistarles. Y si empiezo perdiendo entrenaré mejor, y si pierdo una y otra vez, aprenderé el arte de no rendirme. Miedo, ya no te tengo miedo, ahora te tengo paciencia.

No me deje nadie dormir, ni siquiera sentarme cómodo consintiendo mis miserias, ni me den tiempo de desvariar con mi mente a los lejanos reinos de la complacencia. Pero que en las corrientes recias pueda mi cuerpo responder impregnado de sus voltajes y en las aguas calmas permanezca mi alma alerta deleitándose con su dulzura.

Sigan cayendo, bendiciones del cielo. Sigan retumbando, retos del mundo. Sigan embistiendo mis muchas debilidades hasta que mi corazón se abra fuerte y sin dudas.

Y si la mar se alza entre rayos y ciclones, tan hondo el abismo y tan pavorosos los vientos que me enseñan a volar, declaro: Acepto el desafío.

Y cuando así sonríe mi ser saboreando el jugo de la vida y recordando que elegí levantarme de la cama, susurro: Gracias a mí.