Pandora

Abre bien la caja. Que salgan todos los males del mundo, los miedos confinados, los abyectos demonios que desde dentro esperan haciendo hervir la ansia.

¿Que si te hacen caras, que se meten a molestar las cosas que más estimas, que dejan sustancias ectoplásmicas en el jardín que estás deseando que florezca?

Solo abre bien la caja. Ya no puedes retroceder.

Ya estás aquí, confrontado, dividido. Ya has olvidado que la vida es un gozo y te has enfrascado en creer en tus pesadillas. Ya has abstraído tu mirada a realidades de lejana distopía. Deja que las aguas sigan fluyendo, abre las vertientes y contempla cómo ruge el infame dragón del inframundo.

Cerrados los párpados, que afuera las tormentas retumben sobre todo lo conocido. Tu misión no es sostener al mundo, es tan solo no parpadear. Tu única opción es calmar la necesidad de cerrar la caja de nuevo.

Sería como volver, sería repetir, sería como si permites que el huracán te lleve de viaje aun sabiendo que en el centro no hay lugar como el hogar. Pero en medio de cualquiera de esas vueltas puedes anclarte.

Entonces te detienes, aunque el mundo siga rotando. Olvidas que el mundo está exigiendo de ti, pero no de cada día regar los geranios. No socorras al muerto que se está sofocando. No apagues la olla que está burbujeando aquella poción que se poco a poco transmuta en amor.

Respira, que ya va pasando. Hoy es inevitablemente hoy, pero mañana será otro día. Cada hoy es nuevo, y cada viento comunica frescura, tanto como chaparrón o como aromática brisa que ríe.

Solo espera el amanecer. Y celebra que ya está llegando. Y brinda por esa alegría que no tiene causa sino que es la ligereza de tener abierto el corazón.

Que tu confianza no sea forzada, que cuando saltes de la silla sea con la energía de tu voluntad que vibra salud y ama la vida que para siempre hoy está aquí.

No te olvides. Queda dentro, muy dentro, la esperanza.