No, no tienes razón.

No, no tienes razón.

Por más educado o espiritual que te sientas, no eres mejor que nadie.

Por más correctamente que digas actuar, eres igual de pecador.

Por más derecho de enseñar que creas tener, no sabes más que nadie.

No importa la edad, la experiencia, el punto de vista ni lo que sientas en el corazón.

Nada de lo que digas o hagas sobre otros tienen ninguna validez.

¿Te cierras a estas palabras señalándome: “¿Y tú qué sabes?”?

No, no sé.

No, no tengo razón tampoco.

Pues si no tengo razón entonces sí, todos tenemos razón.

Cada edad, experiencia, punto de vista y corazón, tiene razón.

Y si todos tenemos razón, ¿a quién vas a desmentir?

¿A quién enseñarás, corregirás o señalarás?

¿Reconoces así la verdad en lo que llamas mentira y el amor en lo que aseguras que es maldad?

¿Reconoces la perfección en lo que percibes como tinieblas y la sabiduría en lo que consideras ignorancia?

Y cuando sientas que comprendiste recuerda: No, no tienes razón.

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