¡Ánimos, caminante!

¡Ánimos, caminante!

Remonta tus horizontes sin descanso y sin intimidación.

Abre tus alas por sobre los dominios de tu reino sagrado.

¡Pero, cuidado! ¿Qué tan firme es tu pisada?

Porque dices ya ser fuerte, sano y humilde.

Pero, ¿no es tu camino un empedrado de alabanzas, energía y magia?

¿No está tu andar distrayéndote de tu enfoque en la verdadera humildad?

Vigila bien, digno viajero.

Que las alabanzas sean acalladas por tu certeza de ti.

Que la energía que levantas tenga su base en ti.

Que la magia sea el aroma que brote de tu pura esencia.

No importa a dónde llegues, a quién toques ni cuánto hagas.

No importa cuánto sanes, qué tanta energía surja ni qué tan humilde te sientas.

La sabiduría verdadera está en conocerte a ti mismo.

Conocerte a ti mismo es para lo único que estás caminando.

No corras, sino detente a escuchar tu propio silencio.

No hagas, sino observa bien de dónde viene lo que haces.

Has sido llamado, no por el ímpetu de tu juventud, sino por la paz de tu ser eterno.

Tú estás más allá del tiempo, la tradición, la sanación y los acontecimientos.

Tú estás más allá de las alabanzas, la energía y la magia.

Camina y ven a Casa.

Ven a Casa y continúa caminando.

!Animos, gran hermano!

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