Me to

Por supuesto, las historias tan fervientemente creídas por el ser humano, no son la realidad.

Por supuesto, el mensaje divino llega a través del mito.

Pues que una historia no plasme la realidad no le desmerita. Mientras la historia hable de ti, está expresando textualmente la realidad.

En el principio, el Espíritu creó la vida, mientras las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y Él revoloteaba sobre las aguas tibias y nutritivas de un sagrado vientre.

El principio de la Creación se remonta a las lejanas épocas en que tú fuiste concebido por los paternales cielos y la cariñosa tierra. La chispa fue soplada al barro inerte y el mundo se hizo, desordenado y vacío.

En su momento naturalmente planificado, se hizo la luz. El Espíritu nació inhalando aliento de vida. Y fue la tarde y la mañana del día 1.

Y creciste, oh gran ser humano. Tu humanidad a imagen y semejanza de tu ser. Tu mentalidad a imagen y semejanza del camino por el que transites. Tus cíclicos latidos a imagen y semejanza de tu fatal e inevitable destino.

Porque comiste del fruto del conocimiento, y al hacerlo aceptaste tanto la muerte de tu humanidad como el conocimiento de tu ser. Aceptaste atravesar el mito del Cristo, aquel que debe ser crucificado para así ser santificado.

Así que tú eres la potencia del Cristo, si decides reconocerlo. Y eres también todos aquellos que le matan al negar su potencia de ser. Eres también el mito del anticristo. Eres la serpiente que mientras traiciona tus convicciones siembra en la oscuridad la semilla de la claridad. Eres el Dios de los Ejércitos que gobierna a su pueblo con malhumor y locura.

Y deberás ofrecerte en sacrificio. Deberás entregarle a la cruz solar tu entera identidad humana. Tendrás que superar las tentaciones de poder y gloria para recibir en la sencillez de tu respiración el vacío abismal del Dios que desde siempre ya eres.

Entrégate, Hijo del Hombre. Renuncia a todo. Tú eres el mito del que toda la sabiduría divina en el mundo predica.

Tus pensamientos más privados. Tus anhelos íntimos. Tu secreta crueldad. Tu crecimiento paulatino en este mundo. Tu chispa de originalidad que te hace suspirar cotidianamente frente al rutinario computador junto a la tacita de café. Las Sagradas Escrituras hablan de ti.

Mira, te es imposible amar a alguien sino es como te amas a ti mismo. Tu auto-amor es el pilote de tu vida. Tu aceptación a la divinidad totalmente impersonal es la que te abre los cielos de la Gloria Eterna.

Teme a tu Dios, pequeño hombrecito. El Reino de los Cielos está aquí.

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