Let the sunshine

Y llega la Nueva Era.
Quetzacoatl picoteando en las granjas humanas de la moderna urbanidad.
Las sombras ya nos están exigiendo lealtad, ceder la libertad humana a cambio de un arrullo adormecedor.
Despierta, humano. Dice en cambio el nuevo viento.
Nos confunden ambas voces dentro de nuestro ensueño. La confusión nos espabila, poco a poco, en cada proceso. Cada semilla de cuestionamiento germina siempre desde la honda oscuridad.
¿Y ahora qué? ¿adónde miro? ¿qué debo hacer? ¿en qué ses supone que tengo que creer?
Y en cambio, ¿por qué soy así como soy? ¿Por qué no puedo ser lo que quiero ser?
La serpiente alada pica, y retuerce las entrañas.
Siente, humano. No te dejes engañar por esos vientos que solo gustan de arrastrar hojas secas.
En este, tu cuerpo, está la deriva de tu experiencia de vida. Vuelve a él.
El cuerpo duele, duele existir. Acepta esto.
Así sigue rezando aquella voz, un murmullo, a veces un relámpago.
Después de la tempestad llega la primavera. Y no lo digo porque así yo lo quiera, es porque el giro de la rueda es inexorable. Es hora de regresar a casa.
Agárrate firme mientras atraviesas con toda tu fuerza el cascarón de tus debilidades.
Al esperar de cada fase, se va encendiendo una vela tras otra, se abren una a una las flores según sus libertades particulares.
Y al salir del sol se desvanecen los enderman de tus pesadillas.
Mira, ya está aclarando, ya se ven nuestras sombras.

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