La guerra termina. La lucha cansa y el luchador muere.

La guerra termina. La lucha cansa y el luchador muere. El parloteo pierde sentido mientras más atento le acecho. Las lágrimas drenan mis culpas y el perdón sacia mi sed. ¿Qué razón tendría para levantar mi oxidada espada o refugiarme bajo mi frío escudo? ¿A quién querría gobernar para creerme vencedor mientras así me vence la ilusión?

Las generaciones que querían ser alguien se desvanecen en su envanecimiento. Nadie les sustituye mientras renace la unión de aquellos que vibran y aman. Somos uno olvidando defender un yo que nos separa. Nos renovamos en paz por sobre el camposanto de nuestro viejo pasado.

Yo he vivido siempre. Antes de los cielos, mares, montañas y desiertos, yo soy. Desorden, miseria, amor y magia. Todo está en mí sin reveses ni dualidades. Lo domino todo sin gobernar a nadie. Mi verbo comanda en eco hasta las distancias de la creación.

Que descienda sobre los mundos la profundidad del uno mientras aprendo a escucharme. Que vibre la verdad en el corazón de aquél que quiere darlo todo por brillar. Y que arda en el campo de batalla la paz en el alma una de los guerreros de buena voluntad.

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