De entre tantas teorías políticas, lo que se observa como verdad innegable en el contexto socio-humano, es que ninguno de nosotros es igual a ningún otro, ni lo será jamás en ningún aspecto.
La vida, tal como la consideramos un espacio de existencia individual, no determina para nosotros ningún sentido particular. La vida es como nosotros estamos percibiendo que sea, en un punto específico del espacio cartesiano que comprende infinitos puntos de percepción.
Según la proyección temporal de la mente, la vida es un trayecto desde el pasado hacia el futuro. Lo que ocurre en el medio es aquello que la percepción del momento presente crea. Y la vida es esta creación.
No hay nada inferior a la sabiduría en el funcionamiento de un ego cuya mente existe para llevar al individuo de un punto A a un punto B. La ambición es el fuego de la vida que disfruta en conquistar todos los obstáculos. El Buda más elevado que habite un cuerpo, está siempre deseando. El Ser está siempre generando vida, calor y acciones precisas hacia el propósito de continuar la vida.
Adelante es hacia donde se dirigen los pies. El caminante, cuando decide superar su infantilidad mental atravesando un mundo de ideologías contradictorias y veladamente predatorias, se afianza en una capacidad organísmica básica: El sentido común.
El mayor obstáculo en todos los caminos humanos es la confusión emocional. Aquella que nos lleva a deambular sin dirección siguiendo los vientos siempre cambiantes que danzan en bipolar espectáculo parasitando nuestra energía de atención y de credulidad.
El embobamiento autocompasivo, la distracción utópica, el sueño soñado. Y dejamos de mirar el camino que estamos caminando, fantaseando con. cambiar al mundo.
Y aunque todos cruzamos siempre la misma prueba psicológica de firmeza interna, ninguno de nosotros es igual a ningún otro, en ningún aspecto.
La única verdad absoluta es que todo es una ilusión. No importa qué, ya somos libres.
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