Instante irrepetible

Así de inexorable es el destino de cada camino.

Nadie puede aferrarse al tiempo en el puño de su mano. Este instante fugaz está ocurriendo solo este instante.

Al principio, el caminante avanzaba presto de pasos ligeros y mirada altiva. Los ríos eran rápidos y el sol coloreaba de flores los campos que le llevaban sobre las alas de sus pies.

Era así llevado por el espíritu de su ancestro por vivencias irrepetibles que serán olvidadas como lágrimas bajo la lluvia. Sus pasos buscando un objetivo en su vida le dirigían a una conclusión inevitable: estaba perdido.

Cada paso dado se acumuló entonces en un recuerdo de dolor. Cada esfuerzo se tiñó de llanto. Y cada gota de dolor se transformó en una estupefacción silenciosa. Cada paso que entonces daba, pesaba lo mismo que cada momento pasado no perdonado. El pantano se hundía bajo el pesar de sus pies.

No podía retroceder ni un milímetro avanzado. Ahora que había encontrado el vacío que buscaba satisfacer con el fondo de su botella, no podía sino enderezar la cabeza y seguir avanzando.

Ahora no queda más que continuar.

Cada paso que da lo cambia todo, para siempre. Por tanto cada decisión es calculada, cada gesto es consciente.

El caminante sigue su camino.

Sabe que sus recuerdos son solo fotografías de instantes que nunca volverán.

Ya no depende de su ancestro. Es ahora su propio espíritu, deseoso de vivir, creando un sentido a la vida, el que ama, medita y concierta cada paso que da.

Solo se tiene a sí mismo.

Solo tiene la confianza que le levanta raudo sobre las estrellas que se ven al amanecer.

Fuerza, caminante. Tus angustias también se las llevará el viento. Tu destino inevitable es que eres nadie.

Este instante solo tiene este instante.

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