Hermanos ayahuasqueros, tomadores de medicinas del alma y aspirantes a conocer l

Hermanos ayahuasqueros, tomadores de medicinas del alma y aspirantes a conocer la bendición sanadora que es una planta sagrada. Un mensaje llega desde mi corazón amante de la vida, amante de la disciplina de aprender de la mano del yagé.

En una “moda” urbana que la medicina misma está conduciendo para salir de las selvas y bajar de las montañas y así poder sanar países masivamente, en una nueva etapa en que muchas personas están experimentando por primeras veces el sabor de una chuma meditativa, se malinterpreta a veces el contexto en que ella llega.

Este espíritu de la naturaleza se designa una gran tarea y para cumplirla involucra seres que, enamorados de su magia, la distribuyen a donde sea recibida. ¿Quiénes son estos hombres y mujeres que entregan su devoción a una misión altruista? Porque el posible lucro del que a veces se les acusa, y del que a veces sí llegan a forrarse, es vano considerando que sacrifican sus comodidades y sus descansos para ejecutar con entusiasmo el impulso de expandir la bendición que les llena.

Hombres y mujeres que no son dioses, ángeles ni papas. Hombres y mujeres que son humanos como tú y yo, que van al baño como tú y yo, que viven dramas cotidianos como tú y yo. Hombres y mujeres cuyo propósito de vida no es llegar a ser dioses, ángeles ni papas, sino más bien reconocer humildemente que son simples humanos. Su propósito de vida, al llevar la medicina a ti, es que la medicina toque tu corazón.

¿Y qué hay de ti respecto a ellos? ¿Qué esperas de ellos cuando vas a una ceremonia? ¿Idealizas su poder y sobrestimas su grandeza? ¿Criticas su humanidad y faranduleas sus fallos? ¿Apoyas a quienes admiras y señalas a quienes no entiendes? ¿Caes a los pies de un “buen” chamán y caes de lenguas contra el “malo”?

Primeramente, sería realista reorganizar los patrones que guían la forma en que los evalúas. Un buen chamán, queriendo decir, un sincero servidor de medicina, satisface dos condiciones: Pone todos sus esfuerzos para que su trabajo sea bien hecho, y pone toda su intención para que su trabajo tenga el sabor y los resultados de un efecto que llamamos sanación. ¿Se nota su esfuerzo en ser humilde o se dedica a hablar de los defectos de otros o de sus virtudes? ¿Se nota su intención de someterse a la sanación o juega con artilugios rebuscados como, por ejemplo, la sexualidad, las creencias o el espectáculo étnico? Muy importante, ¿te respeta a ti como ser humano digno que eres?

Segundo, sería hermoso que, cuando vayas a tomar medicina, dejes de mirar a los demás y te veas a ti mismo. Porque tomar medicina es un reto que requiere de tu astucia y tu concentración, de tu autonomía y tu reflexión. No estás yendo a que un doctor perfecto te cure mientras disfrutas recostado tu borrachera. Estás acompañando a un ser humano a guiar una ceremonia de sanación humana. ¿Tienes miedo de que la medicina esté contaminada? ¿Temes impregnarte de las debilidades del que lleva la waira? Acaso quieras limpiar el rezo que ese mago elevó en tu copita, o evitar recibir su magia humana de sus manos y su soplido. Acaso creas que eres una hoja arrastrada por el viento y le huyas a cualquier viento que se te acerque. ¿Y dónde estás tú? ¿Dónde está la consciencia de quién eres en cualquier situación energética o humana? ¿Tienes claro qué quieres?

Si realmente te conoces y asumes tus acciones y la responsabilidad de que tú llevas tu vida, nada puede tocarte. No importa qué tan falso sea tu chamán, disfrazado de monje hindú o de curaca indígena. No importa qué tanto falló éste en su intimidad, en su proceso de aprendizaje como humano. No importa si trae a ti una tradición que no es la de sus ancestros o si escapa de la tradición para adaptarse a los tiempos modernos. No importa si, embobado de su fuerza prestada, pierde el control de su vida para ser famoso e internacional. No importa si su inexperiencia opaca sus humildes intenciones. No importa si, algo muy humano, tiene el sexo en su cabeza.

La medicina sagrada está llegando a ti y es tu deber discernir, ser libre (que no cerrado, que no permisivo) de cualquier impresión y agradecer la labor de un ser humano sin embelesarte con su imagen, o con la tuya propia. Sin embelesarte en forma de apego o de rechazo, que es igual, que es siempre bipolar.

Por último, sería correcto recordar quién es tu familia. ¿Quieres a tu chamán sólo porque te sientes cobijado por sus alas? ¿Te desbordó la emoción cuando conociste la medicina a su lado? ¿Le admiras su poder y su grandeza? ¿O, en cambio, le tienes cariño auténtico a su persona y a su ser? La fidelidad no necesita defender a nadie ni atacar a nadie. La fidelidad es el amor natural que se le tiene a un hermano que nunca deja de ser un hermano. La familia auténtica nunca se divorcia, no importa cuántas decepciones. Familia es familia, cariño es cariño. Sé auténtico contigo mismo y nunca des la espalda a quien te dio la mano.

Recibe la medicina que Dios te trae, la bendición que tú pediste. Sé el amor de la sanación en tus actos y en tus palabras. No defiendas a nadie ni ataques a nadie. La providencia sabe cómo extender sus redes. Las cosas pesadas caerán naturalmente bajo su propio peso. El amor crecerá bajo tu confianza de que es lo único real. Vive y permite vivir. Sana y permite sanar. Sé íntegro y silencioso. Claro, si así tú lo deseas. Así encontrarás por fin tu propio camino. Así te llegará el amor. Así gozarás de paz interna, salud, y un hogar feliz.

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