Henos aquí, arrojados a una vida tan corta que se nos escapa en parpadear.

Henos aquí, arrojados a una vida tan corta que se nos escapa en parpadear. Henos destinados a un parpadear tan largo que nos adormecemos en escapar. Dormidos, ignoramos el acontecer de un sol que brilla y de una luna que encanta. No reaccionamos aún al susurrar de la brisa ni al cantar tintineante de las flores.

¿Por qué estamos aquí? ¿A dónde vamos? Hechos libres, en plena autoridad de ser y en seria responsabilidad de hacer, dedicamos cada respiro a investigar. Absortos en el centro de un misterio, comemos del fruto que aquí crece para deleitarnos en una pregunta: Más allá del bien y el mal, ¿quiénes somos?

Henos aquí, transformándonos en una vida tan eterna que nos maravilla sin parpadear. Henos elevando los ojos al dolor de lo divino para aterrizar en la alegría de lo humano. Qué hermoso es rezumar el jugo de la humildad desde la unidad de las cosas. Agradezcamos la belleza de que, ineludiblemente, nada de lo que hoy es volverá jamás.

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