Confiar…

Porque tal vez obedeces aquel llamado de confiar que te ha sido impuesto, y te lanzas a ciegas a pesar de que por dentro sabes que las circunstancias no llegarán a donde pretendes. ¿Hasta dónde podrían impulsarte las palabras vacías? ¿Qué razones has obedecido para anteponer falsedades como autoestima, fe y éxito por sobre la honestidad de tu corazón?

Porque así te apoyas en tu concepto de Dios, al que mirando hacia arriba pides que te tenga piedad y te rescate de tus miserias. ¿Qué tan lejos está este salvador invisible que desde aquel sábado parece seguir descansando? ¿Qué tan lejos estás tú que no das la cara para defender tus propias razones?

Porque tal vez entonces dudas, te dejas caer de rodillas derrotado por un mundo cruel en el que solo viniste para ser azotado por el destino. ¿Cuánto vale la vida para ti, cuando solo te quejas o te resignas de lo caprichoso de aquel viento que te zarandea como una hoja seca abandonada a la deriva del desierto?

Porque posiblemente, confundido, ya no sepas qué hacer, pues has dejado de creer en una fuerza externa a ti, pero a la vez no te sientes con el poder necesario para conducirte hasta donde tanto añora el ardor de tus deseos. ¿Qué tan difícil es moverte en esta jungla de depredadores para conseguir llegar a aquel hogar caliente y cómodo con que has soñado desde que te quitaron la teta materna?

Pues, ¿qué es confiar, sino saber que tú no tienes nada que ver con las situaciones que le transcurren a la persona que ella dices que tú eres? Tormenta, sol, abismos, montañas, maizales, infiernos, nubes, estrellas, desiertos. No importa qué te ocurra pues no es a ti a quien todo esto ocurre. Dios no está tan lejos sino que Dios es tú mismo. ¿De qué te has de preocupar? ¿Del miedo, del fracaso, de la crueldad del mundo sobre el personaje que has inventado mientras percibes la existencia?

¿Qué otra opción? ¿Qué otro gozo? ¿Qué otra verdad?
Sonríe: Ocurra lo que ocurra, existes.