Celebro entonces el demonio que arde en mí.

Celebro entonces el demonio que arde en mí. Tanto tiempo lo he mantenido en oscuridad. ¿Y para qué? Le he alimentado al temerle, le he hecho mío al huir de él. Solo la luz muestra a los ojos qué es la oscuridad.

¿He de someterme entonces, si no le he de reprimir? La luz muestra a los ojos que la oscuridad es donde escondo mi dolor. El dolor es el miedo que le tengo a la oscuridad. Duele vivir cuando me niego a hacerlo. ¿Hay algún sentido en este drama? Solo cuando sé quién soy.

Mientras tanto, el demonio querrá convencerme, querrá hacerme creer que existe. Querrá aferrarse en aclamar, por su ilusoria supervivencia, que existe. Miedos, deseos, creencias, dolores. La pura esencia de mi corazón es la que finge en su juego que existe ese demonio que me quiere convencer que existe.

Lo celebro entonces porque sólo así puedo mirarlo a los ojos y reconocer desde mis ojos que no soy él, que soy otro, pero que no soy otro sino que soy yo mismo. Puedo entonces bajar la cabeza y reconocer desde mis ojos que no soy nadie.

Celebro entonces que nadie arde en mí, que puede haber dolor pero que no le duele a nadie. Amo vivir cuando ardo por hacerlo.

No Responses

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *