Biverso

Sal, mira afuera.

Observa cómo conviven la altura de los cielos con la horizontalidad de la tierra. Fíjate en la innumerabilidad de colores que destella el mundo, todos espectros oscilantes entre el blanco y el negro. Discierne con tu mirada que nada separa al frío del calor.

Pero, ¿Son los opuestos distintos grados de la misma energía o está necesariamente definido este baremo a una dimensión de dos extremos estrictamente opuestos? ¿Son todos los colores solamente intensidades de blanco y negro siendo que no existen colores sino blanco y negro?

Gran paradoja es el mundo. Porque los opuestos extienden la infinidad del universo, mientras que en su centro habitan todas las posibilidades que quepan en ese infinito voraz. Excepto entonces, los opuestos.

Pues nunca es completamente frío ni es total el calor.

Qué maravilla, cuando hay día y hay noche y se entienda que no pueden ser simultáneos. Asombroso cuando te das cuenta de las transiciones, momentos mágicos en los que no hace uno ni otro. Sorprendente si amplías tu visión a la redondez del mundo sabiendo que siempre es día y noche al mismo tiempo, y que llega poca o mucha luz a cada una de sus esquinas. Impactante si ves que la dualidad se rinde ante la unidad conviviendo ella con un universo único.

Al parecer sí hay dos, pero ambos son uno, y eso hace que existan innumerables. Multiplicándose, hirviendo, diferenciándose y volviendo a ser lo mismo.

Ahora regresa, mira adentro.

Observa cómo todo es lo mismo de nuevo. La diferencia entre afuera y adentro convive con que todo es uno.

Existe un universo afuera, y ese eres tú.