Bendito sentir

Así haces, oh guerrero, cuando llueven bendiciones: las recibes con gozo.

Porque si el camino es desconocido y la niebla oculta hacia dónde seguir, el aroma que guía la intuición te empuja a avanzar. Decidido a encontrar la luz, ingresas en la oscuridad.

¿Y si cada paso ha sido un error y la montaña que ha trepado desde que es dado se cae bajo el golpe implacable del cuestionamiento ante el sentido natural de la razón? ¿Y si la confianza acumulada pierde validez por estar apoyada en mitos lejanos de deseos personificados por zombies supersticiosos? ¿Y si todo esfuerzo por encontrar no ha sido más que una travesía sin rumbo, sin objetivo, volviendo a casa con la espalda encogida y la mirada perdida?

No importa, pues está brillando tu corazón.

Permite que el mundo se caiga, desolado aventurero. Nada en él te pertenece.

Que lo incomprensible temple tus ánimos, que la tristeza cauterice tu llanto. Que la pesadumbre de tu alma sea la energía que levante tu pecho. Dejas que la oscuridad sea oscura y entras en ella sintiendo con toda tu lucidez la asfixia de su inexistencia. Miras las evidencias de tu incoherencia y aceptas la torpeza de tus pies.

Y así, rendido, llegas a casa. Rendido, abandonas tu crónica ansiedad de repuesta. Rendido, comienzas a sentir las bendiciones que del Reino de los Cielos guían cada uno de tus pasos: Desde la tristeza hasta el gozo, desde la oscuridad que te oprime hasta la luz que eres.

¿En qué podría afectar que las piedras raspen las rodillas si toda vez que caes se sostiene sin embargo la chispa tímida pero inextinguible de tu sentir? ¿Por qué elegirías aguas mansas si en las rápidas son tus músculos los que entrenan la astucia para no necesitar socorro de nadie?

Hasta aquí te trajo la vida, ahora tú sigues por tu cuenta. Estás, pues, bendito.

Entonces das un paso más, esta vez a donde más temes. No avanzas ya buscando, sino porque permites que el fuego de tu Ser explote en su intensidad natural, bajo la resonancia expresa de tu voluntad.

Ahora te abres a escuchar el ritmo de la existencia desde la más delicada sofisticación que eleva el arte de escuchar. Y sueltas la necesidad de cambiar el mundo y aprecias cada oportunidad de respirar dentro de ti el aroma de lo desconocido.

Y vibras, y cantas y sonríes con gozo, en medio de la oscuridad.

Simplemente, está ardiendo el corazón.