Author: serigto

Tras esa sonrisa, una falsedad. Tras esa falsedad, un miedo. Tras ese miedo, una creencia. Tras esa creencia, una duda. Tras esa duda, una culpa. Tras esa culpa, un dolor. Tras ese dolor, una sensibilidad. Tras esa sensibilidad, una percepción. Tras esa percepción, una verdad. Tras esa verdad, una sonrisa. Tras esta sonrisa, yo.
La flauta decide siempre qué nota sonar. En la armonía de su ser, decide sonar exactamente la que le piden sonar.
¿Estás dispuesto a reconocer que eres todo el universo? ¿Está dispuesto el universo a reconocer que es un humilde individuo? ¿Estás tú dispuesto a reconocer que eres todo el universo en un humilde individuo?
El desierto de desesperanza se hizo para que en él encuentres agua. La mar de soledad se hizo para que en ella encuentres tierra. El túnel de oscuridad se hizo para que en él encuentres luz. La jungla de crueldad se hizo para que en ella encuentres amor.
“Que fluya, que sea lo que el viento elija”, diría la nube blanca. ¿No sabrá acaso que ella es quien elige su propia dirección? Porque, ¿está acaso la nube blanca separada del viento que le mueve? Tal vez ella elegirá no resistirse a que el viento le mueva. Pero, ¿no puede acaso elegir qué dirección […]
Monstruo de mil cabezas, hidra de Lerna. Cuando te corto una de ellas, duplicas los problemas. Quiero darte, no cortes, sino un apretón. Y que así me sonría tu único corazón.
Y al decir: “!Fue el ego, fue la mente, fue el sistema!”, tragué saliva. Sabía que había sido yo, nadie más. Sabía que era mi responsabilidad. Sabía que todo concepto filosófico/espiritual era solamente una excusa evasiva. Yo, en plena autoridad divina y libre albedrío, me equivoqué. Entonces, sólo entonces, me decidí a aprender.
¿Quién eres? ¿Quién vive en ti a cada momento? ¿Quién actúa por ti en cada ocasión? ¿Quién responde bajo la rabia? ¿Quién tiembla cuando te atrapa el miedo? ¿Quién grita de la emoción? ¿Quién habla, calla o se contradice? ¿Quién desea, huye o se engancha? ¿Quién ignora, conoce o se enreda? Eres tantas personas, sin […]
No cierres los ojos ante el humo que se levanta. Ábrelos bien, aunque te ardan. Mira el origen de las lacerantes cenizas. Y sopla de tu aliento para que arda fuego vivo en su lugar.