Aunque el mundo sea plano, la Tierra es redonda

Abre los ojos y mira el cielo. Hay aún pájaros multicolores gorjeando contentos. Hay blancos seres majestuosos que te pintan a la imagen que se te pase por la mente. Hay estrellas doradas que tintinean saludando desde los infinitos. Hay un sol padre del que se origina la vida.

Ahora entorna los ojos y aterriza. La Tierra está aquí abajo. Sin la Tierra no tendría el cielo en dónde apoyarse. Sin la Tierra no habría formas humanas que se llamen yo. Sin la Tierra Madre no existiría siquiera el niño Dios.

La mirada se distrae fácilmente del spam que centellea por los aires. Cuando la atención no ha madurado todavía en un tronco sólido, los frutos son llevados por cualquier brisa traviesa. Mira, ya no estás mirando. Te distrajiste.

¿Qué tan espiritual te consideras? ¿Hacia qué alturas de los cielos quieres llegar? ¿Qué quieres encontrar por allá?

¿Qué tan material actúas? ¿En un gesto tan sencillo como usar servilleta te olvidas que eres barro, selva, ramas, gusanos y pudredumbre? ¿Qué tan plano es tu mundo?

Pues mira, eres tan solo una célula en este vientre esplendoroso de vida. Fertilizada ya por el padre, está germinando en millones de partículas que, sorprendidas de existir, fantasean inocentemente con que un Creador mágico hizo un universo exclusivamente para ellos, la cima de la evolución.

Mira, no eres nadie. Eres la Tierra. Y a la Tierra volverás.

SAM_6024-Pequeno

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