Aquí en el allá

No, no sé nada. Y no, ni siquiera sé que nada sé.

Mi alma deambula en un bosque exuberante, tenebroso, mortalmente confuso. Creyendo avanzar, cojeo en círculos entre los mismos matorrales, topando con el furor de mi pecho las mismas ramas que se resisten a mi furor. La roca que lleva mi espalda me empuja de un lado al otro mientras cedo acongojado a un peso que no recuerdo haber aceptado cargar.

¿Es en un lugar en donde impera la soledad, que divago buscando compañía? ¿Es en el territorio de la tristeza, en donde quiero encontrar alegría? ¿O deseo libertad, por lo cual me encierro en el bucle eterno de desear la libertad?

No sé cómo llegué aquí, y no sé por qué.

Pero algo sí sé. Algo escuché y guardé como un tesoro: Todo está bien.

Aunque me sienta perdido bajo la frondosidad de los árboles, por encima de sus copas más altas brilla el sol siempre desde el este. Aunque me figure sin valor ni voluntad dominado por los zarandeos de mis caprichos, algo está observando imparcial, quieto, sereno. Aunque crea estar irremediablemente arrastrado por el torbellino de mi mente, sé que puedo elegir no dejarme llevar, puedo levantarme y respirar en paz.

Entonces aprendo a confiar. Donde sea que esté, fui yo el que decidió llegar acá. En donde sea que me encuentre perdido, yo fui quien planeó perderse en ese específico lugar. Como sea que yo esté pensando que algo no está bien, todo sigue estando bien.

Así que ahora camino voluntariosamente en el tenebroso bosque, tratando de entender qué busca allí mi alma. Si tal vez perdió algo cuando pasó cerca alguna vez, si tal vez entró huyendo y no buscando, si acaso la negrura que le rodea disimula la suya propia, o es que si no sabe en dónde está es porque está buscándose a sí misma.

Al menos yo ya recordé por qué estoy perdido: Fui a buscar allá a mi alma también perdida.

Ya nos podemos encontrar.

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