Aguas:

Cuando los mares se alcen y las aguas se hundan, y la esperanza se la lleve el sol bajo un ocaso de rosácea despedida, confía.

Cuando el abismo te absorba y el relámpago de confusión ilumine la ambición más alta que has levantado sobre tus confusos cielos, espera.

No eres tú el que está avanzando. Tú eres solo la circunstancia a través del cual tú eres.

En el principio del universo, antes del tiempo, la Tierra estaba vacía y el Espíritu fluía sobre la faz de las aguas.

En el principio de la existencia, en el presente sin tiempo, el Espíritu sigue siendo el origen de todo lo que llena la Tierra.

Y cuando la oscuridad se cierna sobre tu único firmamento y las estrellas derramen sus migajas entonando melodías de soledad, confía.

El Espíritu sigue siendo tu origen. Tú no eres eso que crees que eres.

Y buscas mejorar, y trabajas día y noche por despertar. Y sacrificas tu último aliento de vitalidad, firme entre tormentas e inviernos tras la idea de recoger al final de tu viaje un mínimo de paz que llevarte al más allá..

Ríen las aguas, celebrando el júbilo de ver cómo el Espíritu intenta chapotear entre ellas como si ellas fueran el obstáculo para Él encontrarse a sí mismo.

Todo está bien. Y esto no es un consuelo para tú que dudas. Esta es la confirmación de tú que observas.

No hay nada que hacer contigo para que mejores. Lo que haya que hacer, ya lo estás viviendo. Mientras eso pasa, tú estás observando. Y para que mejores, lo que tienes que hacer contigo es confiar.

Confía en ti, que observas. Estás siempre aquí. Nunca has fallado. Nunca te has alejado de ti mismo.

Cuando las tenebrosas aguas confabulen sus remolinos para tragarse unos pies que patalean desesperadamente por caminar, observa.

Tú no eres ese que se está hundiendo. Observa, tú estás ahí atrás, observando. El ocaso fue solo una tarde de hermosa despedida para quien estaba del otro lado describiéndole.. En el núcleo de ti, el sol nunca ha dejado de brillar.

La brisa todavía sonríe. El mar todavía se cierne en orden sobre la faz de la Tierra. El Espíritu sigue revoloteando hacia su creación, en sagrada gestación.

Y cuando sepas discernir entre la calma y el frío, cuando sepas escuchar el firme silencio de tu ancestralidad por encima del tibio crujir del cascarón que estalla y de tus lamentos al confrontarlo, nacerás.

Cuando, independientemente de qué hagan o experimenten las aguas que alimentan el retoño de ser humano que crees que eres, se cierre el ciclo de desarrollo de la vida, abrirás los ojos a la belleza del Universo.

No tienes que hacer nada: Confía.

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