Abismo

Y cuando el caminante dio un paso para encontrar paz, cayó en el abismo.

Y el mundo a su alrededor fue tragado por un remolino ígneo de transformación.

El mundo seguía allí como siempre, pero cada partícula suya resplandecía viva gritando en silencio que la honestidad nos reúne a todos en un único latido.

El caminante seguía caminando como siempre, pero sus pasos se fundían con una perplejidad en la que nada importa, ni cada paso, ni el caminante, ni aún el abismo que le devoraba.

Los pesares tan largamente arrastrados comenzaron a incinerarse en cenizas blancas y vapor de mirra, derribando a su paso las estructuras psicológicas construídas sobre la arena.

Las alegrías tan trabajosamente diseñadas extendieron sus alas con elegancia, perfumando de vigor el pulso que fluye bajo las venas y exhala cantos y alabanzas.

Su corazón se encendió en llamas atropeyando con firmeza toda resistencia. Las oscuridades fatuas, desesperadas, revolotearon cegadoramente mientras quedaban asfixiadas por la claridad innegable del silencio.

La intensidad de la percepción abrumó la capacidad de tolerancia diespuesta por el caminante, tan rotundamente, que él solo pudo rendirse,

No quiso huir de la nave que le arrastraba inevitablemente por entre un desaforado e incomprensible destino, sino que se sentó en su puesto a comandar su misión: Contemplar la profundidad embriagante del vacío en calma total.

Respiró, pues solo tenía aire para respirar.

Cerró los ojos, pues solo tenía el corazón para mirar.

Y en medio de la tormenta extática del infinito, el caminante puso sus pies sobre la tierra y sonrió.

Así supo que sus pies estaban hechos para danzar, su tronco para cantar, su abdomen para reír, y su corazón para estar presente en alma y carne en donde sea que esté.

Un solo paso levantarse: caer.