La mente tampoco existe

“Existo”, es la voz de la mente.
“Soy alguien”.
“O soy nadie si así soy alguien.”
“Quiero que el mundo cambie”.
“Quiero cambiar”.

Voces. Tan solo rumores en la oscuridad. ¿De dónde vienen? ¿Qué son? ¿Quién son?
¿Has visto alguna vez quién habla? ¿Han captado tus ojos al pensador de los pensamientos, al voceador de las voces?

Pues cuando viene la ira, hay solamente ira. Sin embargo, no es nadie la ira. Pues si hubiera alguien, ¿a dónde se fue cuando viene la alegría? Entonces habrá solamente alegría, aunque tampoco es nadie la alegría. ¿Qué tan fiable, qué tan consistente, qué tan creíble, podría ser aquel alguien?

Así que, ¿crees en aquello escuchas? ¿Te has dejado llevar alguna vez por un ímpetu de satisfacer sensaciones volátiles, de hacer realidad sueños delirantes?
Sin cuestionar nada, persigues fantasmas. Sin saber nada, causas guerras. Creyendo durante la ira que eres ira, te atropella la ira. Creyendo durante la alegría que eres alegría, la alegría te empuja al agujero. La ceguera te desborda hacia el agujero, mientras tú confías en quien nunca has visto.

Cuando le crees, le obedeces. Cuando le crees, también le luchas. Cuando le crees, obedeces su voz que te insta a lucharle.

Y cuando intentas apoyarte en aquella mente, falla tu pie. Caes al vacío, pues la misma voz que escuchas te dice que es alguien real. Pero la voz no es nada y tu pie no puede apoyarse en ella.
Porque, ¿qué tanta realidad tiene aquella fantasía que cree ser real? ¿Qué tan palpable es un personaje que juega a existir?

Mira bien a quien habla antes de escucharle.
Tan solo pensamientos.
Tan solo sensaciones.
Tan solo voces, que vienen y se van, que aparecen y desaparecen, que sueñas y olvidas.

¿Acaso hay alguien en casa?

chants-field-mirror-4-by-alex-baker-photography

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