Creó Dios el Universo a su imagen y semejanza.
Y miró Dios su Creación y no la supo entender.
Le parecía ver bondad y maldad, luz y oscuridad, frío y calor.
Deseaba un Universo en que sólo haya bondad, luz y calor.
En conflicto consigo mismo, se estrelló contra su propio invento.
Sentía en éste gran injusticia, dolor, ira y sufrimiento.
“Abre tu corazón, oh mi Dios, y acéptate como eres”, le dijo la serpiente.
Dios, reflejada su imagen y su semejanza en su Universo, miró dentro de sí.
Y vio Dios que era bueno.
Y Dios, en paz consigo mismo, sonrió.
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