Dos ingredientes: Sensibilidad y fuerza.

Dos ingredientes: Sensibilidad y fuerza.

Porque el ser sabio no sabe, el ser sabio saborea.

La sensibilidad le abre a sentir la vida.

Pero el ser sensible no se echa a llorar.

No se deja llevar por lo que siente.

No se resiste tampoco a ello.

Porque no le importa lo que siente.

Porque no le importa él mismo.

Ésta es la fuerza del ser sabio.

No es protegerse, resistir ni ausentarse.

No es desdén, locura ni una tonta felicidad.

El plato principal se llama atenta ecuanimidad.

Toda la consciencia para ser agudo y atento.

El ser agudo y atento saborea la realidad de su sentir.

Toda la fuerza para ser sobrio y ecuánime.

El ser sobrio y ecuánime digiere con facilidad su sentir.

Ser más sensible cada vez, ser más fuerte cada vez.

Ésta es la receta de la sabiduría.

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