Es que no sabía.

Es que no sabía.

No sabía que era tan fácil pedir perdón mientras defendía tanto un orgullo inútil. No sabía que podía dejar de hablar mientras creía que lo que pensaba era real. No sabía que suponer que sabía era mi peor ignorancia.

Sólo tenía que respirar cuando algo oprimía mi pecho. Sólo tenía que permanecer firme cuando ante algo quería huir. Sólo tenía que permitir que la vida continúe, sin forzarle mis caprichos y necesidades.

Y al relajarme, nada pesa. Al ver que las sensaciones que son mi mundo son sólo sensaciones y no el mundo, veo con más claridad. Al aceptar sin jucio las tormentas que llegan, puedo elegir con armonía mis acciones.

Y, todavía, no sé.

No Responses

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *