Al satisfacer su etapa de estrechez, abre los ojos el guerrero…

Al satisfacer su etapa de estrechez, abre los ojos el guerrero y enfrenta con miedo el misterio abrumador que siempre le ha dominado con miseria y dolor. ¿Por qué la indiferencia de la vida al pasar, la crueldad de la muerte al llegar? ¿Por qué un camino de piedras, un cielo de granizo, una oscuridad de plomo?

Al desenterrar la mirada de su escondite de avestruz, se aventura el guerrero a un espléndido viaje en el cual entorna esa mirada para descubrir que la naturaleza de su sufrimiento era tan sólo la obra de su propia autocompasión, de su flojera a despertar, de su negativa a caminar, de su egoísmo en pensar.

Al observar, corregir y refinar su sentir y sus acciones, se levanta el guerrero abrazando con entusiasmo el misterio sorprendente que siempre le ha acariciado con fuerza y delicadeza. ¿Por qué no empuñar la espada de la paz en medio de ese infinito que obedece manso a su sagrada voluntad? ¿Por qué no dedicar cada instante a fundirse en esa luz que le da la existencia, la oportunidad de crecer, gritar y vibrar?

Al no pedir ya nada, exclama el guerrero: !Gracias!

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