¿Qué sé yo?

¿Qué sé yo? ¿Qué sabes tú? ¿Qué sabe alguien realmente?

Nuestra sabiduría es limitada, pues un punto de vista es solo un punto.

Nuestras reflexiones son para cada uno, pues reflejan qué quiere saber cada uno.

¿Nos enorgullecen nuestros consejos, nuestras frases, nuestro conocimiento?

¿Y cuánto de lo que decimos es repetición no respaldada por la acción?

¿Cuánto de lo que enseñamos a otros no expresa nuestra propia realización?

Pues hemos desdeñado consejos creyendo saber mejor.

Hemos menospreciado a otros para proteger lo que creemos saber mejor.

Y nos hemos llenado de palabras para aconsejar a otros que, creemos, saben peor.

¿Cuánta integridad hay en hablar sin escuchar?

Pues he aquí una reflexión: No sabemos nada.

Nuestras palabras solo llevan el orgullo de decirlas.

¿Hay entonces algo más que solo palabras?

¿Hay, tras la vana sabiduría, eso que llamamos humildad?

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