Árbol

Sopla el viento.

En la etapa inicial de la vida, el yin y el yang se unen para fecundar la semilla.

La semilla, antes cerrada sobre sí misma, ahora rompe el cascarón.

Este es el lenguaje de la vida: crecer.

Tan inevitable como que late nuestro corazón, la vida crece.

El tierno retoño asoma sobre la Tierra, explorando los aromas cálidos y fríos de la superficie de la cama que le alimenta. Más cerca de la Tierra es más frío y desolado, más arriba es cálido y sereno. Así que la meta primaria de la vida es expandirse.

Cada año, un anillo. Cada ancho, más alto. La base se construye sobre las raíces, que por ser dinámicas no comienzan dando mucha certeza de ser firmes, pero por ser dinámicas van afirmando en cada fibra con que se nutren. Molécula por molécula, ladrillo por ladrillo, paso por paso.

Puede ser pequeño un paso para el bosque, pero ser un gran salto para el árbol.

Cuando una etapa termina, inicia la siguiente. Los reflejos que eran adecuados en una etapa, ya desentonan en la nueva.

El tronco sigue creciendo, a medida en que fluyen las ramas, y de las ramas florecen las hojas.

Una rama puede nacer, puede romperse. La vida trae condiciones que prueban la fé en la supervivencia. A veces hay vacas flacas, a veces las vacas engordan. Así en cada capa del ser que se va abriendo al mundo, las muertes suceden a los eventos, y cada capa va renovándose tras cada muerte. Las células colapsan tras el tiempo que dura su misión, por eso se multiplican y heredan más vida.

Las hojas son aún más dinámicas. Cada una está frente al mundo, sintiéndole. Cada una percibe según donde está ubicada. Hay algunas tristes, otras más verdes. Otras le abren camino a las flores, como que a veces se funden con ellas para ser hojas hermosas.

Pero abren, tocan y mueren. La permanencia no es una realidad.

Y el tronco sigue creciendo, las ramas siguen mutando, las hojas siguen multiplicándose.

Muy firme en las bases, como más permanente. Muy resilente en las ramas, como que va oscilando la oportunidad de tener éxito en su propósito. Muy mutable en la superficie, como que uno puede estar deprimido y sin esperanza, y tras metabolizar nuevas células, vibrar de alegría y confianza.

Son tres, pero son uno. Aunque también son cuatro.

La raíz va internándose en las oscuridades del alma. Buscando alimento, buscando vida. Aunque crece diversificándose, sigue siempre habitando en el centro el punto en el que germinó un día como semilla.

Allí donde nació, allí late su vida.

En el corazón del Ser no sopla el viento.

Aquí hay paz.