Uno

Heme aquí, la contradicción

Heme aquí, Espíritu trascendente de vida, libre en un universo infinito que es yo mismo.

Aquí también, la experiencia de pequeñez en una línea imaginaria de tiempo, de miserias desatinadas en un mundo absurdamente predatorio, la sensación de querer huir de una vivencia densa, lenta e inevitable.

Y mientras mi espíritu permanece siempre en su sagrado centro, la actividad pulsativa de mi individualidad transcurre según un patrón psicológico de emociones caóticas que se dirige a un desenredo paulatino de mis tensiones subconscientes acumuladas.

Hay paz, sí, eterna e inefable. También hay confusión, platos rotos y angustias incomprensibles que intentan con su existencia llevarme galopando a las estrellas donde pierden su razón de existir.

Heme aquí, ser humano perceptor, dueño y sirviente. Ser, pero también humano, pero también Ser.

y a veces, me pasa a veces. Entreabro los ojos y veo el absurdo de la existencia, la magnificencia desoladora del infinito, la parodia de mi pequeñez en un mundo imaginario temporal.

Ambos aspectos de mi dualidad se unen. Más precisamente, ambos pierden el sentido de la realidad y queda un vacío sin clasificaciones. No un vacío estéril, sino uno que ríe todo el tiempo porque sabe que el tiempo no existe.

Entonces, al volver, me veo bañado de esta alegría. Las bendiciones están lloviendo constantemente desde la nada impasible, nutriendo mis ánimos. Un ojo susurrante observa cada espacio de mí. Una voz impetuosa brota desde cada célula observada difuminando cualquier estructura construida sobre la arena.

El tapón del desagüe se abre y se alborota la vorágine de un remolino absorbido de pronto por un centro del que nunca salió.

Y a cada momento crezco, como lo hace una planta. Y a cada respiración surgen espacios nuevos en mí que debo aprender a armonizar.

La solución a mi contradicción no está es desenredar la mente, que sí es ineludible. Quien soy naturalmente, antes de cualquier intención, actitud o sentimiento que yo proyecte sobre el mundo, es claridad, es alegría.

Perdonar y amarme a mí mismo no es una acción porque es mi estado esencial de vida.

Heme aquí soy el absurdo de la existencia.

Un absurdo que ríe, contradictorio pero diáfano.

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