Estrella fugaz

Y una estrella fugaz relampagueó sobre la cima de mi mundo.

“¿He de pedir un deseo?”, vino mi mente soñadora.

Deseo… ¿Qué podría desear?

Pues hay muchas cosas que quisiera desear, pero cada cosa que viene, se va. Cada cosa en mi vida es más fugaz que la estrella misma que la trajo.

Vanidad de vanidades, todo lo que pueda desear es vanidad. ¿Qué he de agregar acaso a mi vida para que sea mejor?

Juicios y locuras, esto es clasificar la vida divina en mejores y peores.

Deseo… ¿Y quién es aquel que desea?

Toda filosofía es banal, pero toda introspección es nutritiva. La única forma de mejorar es detenerme a mirar.

¿Quién soy yo, portador nato de los libres albedríos y privilegios de desear? ¿Acaso me fueron regalados por los titanes, milagros antes permitidos solamente para los dioses eternos?

¡Qué fugaz es el mundo, donde no puedo definir nada sin que la percepción de la realidad última se escape por completo de mi soñadora mirada!

Y deseo… No sé qué desear.

No sé qué es esta la vida en la cual está ubicado un cuerpo humano, percibiendo desde un punto individual y creyendo sacrificadamente que esa percepción limitada es la única y correcta amplitud del infinito.

No sé qué es esa herramienta que uso para saber, para decidir los rumbos del camino, para elaborar desde la nada un deseo que imagina una realidad diferente de la que estoy observando en este presente esencial.

¿Deseo…? Cuando miro este presente, me encuentro.

Y me encuentro deseando.

Encuentro que el deseo no es nada más que un vacío que pide ser llenado.

El deseo es un abismo que me hace mirar al cielo persiguiendo estrellas fugaces tras la idea imaginaria de ser completado.

Pero miro al vacío, y el vacío abarca todo lo que soy.

Yo soy ese vacío. Y por lo tanto, no puedo ser llenado.

La plenitud no está en los deseos, que recorren miles fugaces los cielos oscuros.

La fuerza todopoderosa de la plenitud esencial no se detiene a recordar la fugacidad de las estrellas.

El misterio del universo entero, está dentro de mí.

Y entre tan plena infinitud de deseos, miro que, volviendo a la raíz, no hay nada que desear.

Mi vida está ya aquí presente.

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